Crisis mundial de 1907
A finales del porfirismo, 1907-1908, una crisis económica internacional afecto a México. La crisis fue especialmente dura y perjudico a toda la población.
Las consecuencias fueron desastrosas para toda la población mexicana. Los empresarios, al verse
obligados a reducir su producción, créditos, insumos o mercados tuvieron que sanear su nómina o reduciendo los salarios o despidiendo empleados.
La crisis económica es uno de los factores que repercutieron para el estallido de la Revolución Mexicana a finales del porfirismo.
Al iniciarse el siglo XX el desarrollo económico del porfirismo perdió impulso, la tasa de crecimiento de la producción industrial disminuyó, los productos agrícolas como el maíz y el frijol aumentaron de precio, lo que redujo el consumo interno de la mayoría de la población hasta en un 57%. Naturalmente el mayor peso de la crisis lo resistieron los trabajadores.
La situación económica afectó a las clases altas y medias (hacendados, comerciantes, rancheros e industriales), pero principalmente a las clases bajas, que como siempre, resistieron la crisis, agravándose los problemas sociales y políticos. Hacia 1907 muchas minas y fábricas textiles cerraron y despidieron a sus trabajadores. En el campo los conflictos se generaron por el deslinde de terrenos baldíos, la colonización, la desamortización de las tierras y el sistema de peonaje. En las zonas urbanas, aumentó el desempleo, la prolongación forzada de la jornada de trabajo, los despidos injustificados, la represión de los capataces.
Crisis política
La antidemocracia del gobierno porfirista reflejada en la centralización del poder político y económico, en la ausencia de partidos políticos, en la censura de los medios y sus constantes reelecciones, provocó la inconformidad de amplios sectores sociales, particularmente de los sectores medios urbanos y rurales. En el grupo dominante se dieron importantes fracturas, la crisis económica y la falta de oportunidades políticas provocaron la ruptura entre el grupo financiero de la Ciudad de México encabezado por el ministro de Hacienda, José Ives Limantour, y el grupo de hacendados e industriales norteños que se aglutinaron en torno al general Bernardo Reyes. Ante la avanzada edad del presidente, el objetivo era obtener la vicepresidencia.
En 1907 el presidente Díaz concedió una entrevista al periodista norteamericano James Creelman, donde manifestó su intención de retirarse del poder y afirmó que el país estaba preparado para la democracia, por lo cual vería con agrado la formación de partidos políticos para participar en las elecciones de 1910. Estas declaraciones produjeron un intenso debate y la formación de varias organizaciones políticas para contender por la presidencia de la república.
Haciendas y latifundios
Las leyes de colonización y la acción de las compañías deslindadoras favorecieron la concentración de la tierra en pocas manos y el despojo de las propiedades comunales indígenas. La separación de los campesinos de su tierra contribuyo a formar a una vasta legión de proletarios, cuya mano de obra libre, desposeída de medios de producción, fue requisito indispensable para aparición del capitalismo.
Todo esto modifico profundamente la estructura agraria mexicana. Enormes latifundios, muchos de ellos en manos extranjeras, formaban con haciendas el paisaje rural mexicano.
Surgió una lucha permanente de las comunidades contra la voracidad latifundista, lo que provoco la presencia de fuerzas rurales en vigilancia constante.
Numerosas haciendas producían productos para exportar: tabaco, azúcar, café, henequén, etc.; era necesario importar maíz para satisfacer la alimentación de una población rural desposeída y descontenta, que formaba la mayoría de la sociedad.
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